El Trastorno del Espectro del Autismo -TEA-, es un trastorno del desarrollo neurológico que afecta la comunicación, la interacción social, el aprendizaje y la conducta de quienes viven con esta condición.
Tiene su inicio en la primera infancia -antes de los 3 años de vida- pero, dependiendo del acceso -o no- a adecuados servicios de diagnóstico o la cantidad e intensidad de los síntomas, una persona con autismo puede ser diagnosticada en edades más tardías, incluso hasta la adolescencia o la adultez.
Aunque nuestro país desafortunadamente no cuenta con cifras oficiales con respecto al número de personas con autismo que viven en nuestro país, de acuerdo a estudios realizados esta cifra sería de aproximadamente 1 de cada 115 niños. Si bien este trastorno no hace distinción por raza, nacionalidad o condición económica, los datos sí reflejan que, en cuanto al género, existen más varones que mujeres con esta condición.
Lo que es indudable es que el número de diagnósticos de autismo ha ido aumentando exponencialmente en las últimas décadas, sea porque realmente el número de casos ha ido en aumento o porque en los últimos años hemos contado con mejores instrumentos de detección y diagnóstico, lo que ha permitido reducir paulatinamente la edad promedio de diagnóstico e, incluso, diagnosticar a adolescentes y adultos que vivían con esta condición sin saberlo.
Se utiliza el término Espectro para describir el hecho de que existe una amplia variación en el tipo y gravedad de los síntomas que experimentan las personas con esta condición.
Desafortunadamente, existen muchos mitos alrededor de esta condición, entre los más comunes se encuentran el que todas las personas con autismo viven en su mundo, que son incapaces de relacionarse y sentir afecto por otras personas, que no hablan, que son incapaces de aprender, que se autolesionan o que son agresivas. Esto ha contribuido a promover una imagen que no solo estereotipa a las personas con autismo, sino que entorpece el que las familias, profesores e incluso profesionales de la salud se percaten de síntomas que no coinciden con la imagen socialmente extendida de una persona con autismo, subestimando signos importantes, pero que quizá no parecen tan evidentes a simple vista.
Es importante comprender que, aunque compartan diagnóstico, las personas con TEA no siempre presentarán los mismos síntomas dentro del mismo espectro. La cantidad y severidad de estos puede variar mucho de una persona a otra, por ello, los indicadores o síntomas mencionados a continuación son ilustrativos, pero no exhaustivos.
Las personas con autismo pueden presentar dificultades en el desarrollo y consolidación de habilidades en las siguientes áreas del neurodesarrollo:
Dificultades en la comunicación verbal y no verbal
-No mira a los ojos o tiene muy poco contacto visual
-No responde a la sonrisa o a otros gestos
-No señala objetos o situaciones de su interés para mostrárselos a otras personas (un juguete, un dibujo que hizo, un avión volando, etc.)
-No señala y mira a los ojos para obtener algo (comida, un juguete)
-No hace gestos como agitar la mano para saludar/despedirse o mandar besos
-Su rostro suele ser inexpresivo (expresa pocas emociones)
-No responde cuando lo llaman por su nombre, pero sí responde a otros sonidos (como correr hacia la televisión cuando escucha un video o película que le gusta)
-No balbucea
-Dijo sus primeras palabras o frases, pero después de algún tiempo dejó de hacerlo
– Sí habla, pero solamente repite lo que otros dicen sin utilizar el lenguaje para comunicarse (ecolalia)
-Aunque desarrolló el lenguaje en tiempo y forma, tiene dificultades para iniciar y sostener una conversación
-Se le dificulta percibir lo que otros están pensando o sintiendo a través de sus expresiones faciales
-Tiene un tono inusual de voz, que puede parecer monótono, sin modulaciones o inflexiones -habla robótica-
Dificultades en la interacción social
– No parece interesado por relacionarse con otros niños/personas o prefiere jugar en solitario
– Está interesado en otros niños/personas, pero no saber cómo hablar, jugar ni relacionarse con ellos
– No usa juguetes ni otros objetos para representar a la gente o la vida real en los juegos simulados (jugar a la casita, imaginar que una escoba es un caballito)
-No demuestra preocupación o empatía por los demás (si mamá llora él no llora o hace un gesto de preocupación)
– No imita lo que otros niños/personas hacen
– Puede hablar mucho tiempo de un tema de su interés sin dejar que el otro hable o sin percatarse de que ya no tiene su atención
– Tiene problemas para comprender el punto de vista de otra persona o para predecir o entender las acciones de otros (no comprende que hay comentarios que ofenden o lastiman a otros)
-Dificultades para entender el espacio personal de los demás (no entiende que un juguete o una comida no le pertenece)
-No busca el consuelo de otras personas cuando le pasa algo malo (que mamá le sobe un golpe que se ha dado)
Presencia patrones repetitivos y restringidos de conductas, actividades e intereses
-Tiene buena memoria, especialmente en temas de su interés (números, letras de canciones, diálogos de películas)
-Tiene dificultades para aceptar los cambios (siempre come en el mismo plato, se altera si toman otro camino a casa, mueven sus juguetes o cambian el canal de televisión)
-Puede permanecer o repetir mucho tiempo una actividad o acción y se irrita si se le interrumpe (hacer torres de bloques, poner objetos en línea, ver el mismo video)
-Juega con partes de los juguetes en lugar del juguete entero (utilizar un cochecito solo para hacer girar las ruedas)
-Es sumamente organizado (organiza sus cosas por color, tamaño, tema)
-Tiene intereses obsesivos y persistentes (dinosaurios, animales, planetas)
-Realiza acciones que no parecen tener sentido (aletea las manos, gira sobre sí mismo, se balancea, se ríe sin sentido, corre sin objetivo alguno, camina de puntas)
Respuesta inusual a estímulos sensoriales
-Parece no sentir dolor cuando se lastima
-Es muy sensible con algunos sonidos (se tapa los oídos) o, por el contrario, parece no percatarse de los sonidos intensos o del barullo a su alrededor
-No se percata de los cambios de temperatura (si hace frío no se pone una chamarra o, por el contrario, si hace calor no se la quita)
-Tiene fascinación visual por las luces u objetos que giran
-Parecen molestarle la intensidad o color de ciertas luces (se tapa los ojos, entrecierra los párpados)
-Tiene dificultades para utilizar algunas prendas de vestir (dificultad con su textura, etiquetas o cierres)
-No se deja tocar o abrazar (aunque sí lo haga cuando él lo desea)
-Tiene dificultad para probar y aceptar nuevos alimentos
-Necesita tener constantemente alimentos en la boca y/o masticarlos durante largos periodos de tiempo
-Tiene dificultades de equilibrio, se tropieza o cae con facilidad
-Tiene temor a despegar los pies del piso (miedo a los columpios) o, por el contrario, trepa por todos lados -elevada necesidad de movimiento- sin percibir el peligro
-Es difícil peinarlo, cortarle el pelo o las uñas, lavarle el cuerpo -o manos, cara, dientes-
No. Actualmente los que antes se conocían como “tipos de autismo” ahora han quedado cobijados bajo la categoría general de Trastorno del Espectro del Autismo -TEA-; lo que sí se especifica como parte del proceso diagnóstico es la diferencia en cuanto a la gravedad del trastorno, esto en relación a la cantidad y tipos de ayuda que una persona con esta condición necesita. Esto es importante en la medida en la que pone de manifiesto que el diagnóstico no es destino y que, si bien el autismo es una condición para toda la vida, el nivel de gravedad puede variar en la medida en la que una persona cuente -o no- con un adecuado apoyo familiar, social y terapéutico, ya que requerirá de menos apoyos para lograr su independencia y autonomía.
No se conoce cuál es la causa de los TEA. Sin embargo, los estudios indican que puede haber muchos factores distintos que hagan que un niño tenga más probabilidades de tener un TEA, incluidos factores ambientales, biológicos y genéticos.
Los investigadores no saben cuáles son las causas exactas de los trastornos del espectro del autismo, pero hay estudios que sugieren que los genes pueden actuar junto con las influencias del entorno para afectar el desarrollo cerebral en formas que conducen al autismo.
De cualquier manera, como familia, es importante que sepan que NO hay nada que podrían haber hecho para evitar que su hij@ naciera con esta condición.
NO. Desafortunadamente, por el momento el TEA es una condición que acompaña al sujeto a lo largo de toda su vida. No obstante, un diagnóstico temprano, el contar con el apoyo terapéutico adecuado, así como la constancia y el compromiso de la familia pueden impactar positivamente su desarrollo y, a su vez, minimizar el impacto de trastorno en la vida de la persona, mejorando así su calidad de vida y la de su familia, logrando mejores niveles de autonomía y una mejor integración en su comunidad.
Una detección temprana y un apoyo terapéutico inmediato después del diagnóstico son fundamentales. Este apoyo terapéutico debe tener una base científica, ser respetuoso de la dignidad de la persona, tomar en cuenta no solo sus déficits, sino también sus fortalezas e intereses y mirar a la persona como un todo -conducta, emocionalidad, subjetividad, sensorialidad, cognición- y no como un objeto sobre el cual intervenir y “arreglar”. Hoy por hoy, sabemos que la mejor intervención en los TEA es la de carácter psicoeducativo -en ocasiones con apoyo farmacológico-, proporcionada por psicólogos, logopedas, neurólogos, pedagogos.
Las familias que acaban de recibir el diagnóstico deberán tener especial cuidado con lo que nosotros llamamos “los mercaderes del dolor”, es decir, personas sin escrúpulos que, conocedoras de su dolor y/o falta de conocimiento, les venderán curas milagrosas que no solo les harán perder dinero y tiempo valioso para sus hijos, sino que, incluso, pueden conllevar graves riesgos para su salud.
A diferencia de otros trastornos o alteraciones del desarrollo, las personas con TEA no presentan ningún rasgo físico diferenciador -no se ve a simple vista- y no es posible diagnosticarlo a través de pruebas de laboratorio -sangre, orina- o de neuroimagen -resonancia, tomografía-. Por lo que el diagnostico de TEA se obtiene primordialmente a través la observación clínica del desarrollo y la información obtenida gracias a la aplicación de cuestionarios, escalas y pruebas estandarizadas diseñadas para ese fin. Dicho diagnóstico puede ser llevado a cabo por un conocedor del desarrollo infantil y del TEA -psicólogo, neuropsicólogo, neurólogo, neuropediatra-.
Si sospechas que tú, tu hijo o algún familiar puede tener autismo, es de suma importancia buscar de inmediato apoyo profesional para descartar o confirmar la presencia de un Trastorno del Espectro del Autismo -TEA-, esta demostrado que una intervención temprana mejora el pronostico a futuro de una persona con esta condición. Sabemos que ningún padre de familia quiere que su hijo tenga autismo o alguno otra alteración del desarrollo, pero es algo que no está en nuestras manos evitar y lo mejor que podemos hacer por ellos es poner manos a la obra para mejorar su calidad de vida y la nuestra.
Si sospechas la presencia de autismo, ponte en contacto con nosotros para orientarte.